Este agosto, con sus fuegos, no va a impedir una mirada a una mente lúcida y bienintencionada como la de Rousseau. El que dijo que el hombre nace bueno y que la sociedad lo corrompe. Bien es cierto que antes que él ya se pensó, como Hobbes, que el hombre es un lobo para el hombre. Hoy en España hay más jabalíes que lobos. Los cerdos salvajes son una plaga en Oliva, un pueblo de Valencia, donde acaban de cazar más de cien con jaulas. Pero el jabalí también ha tenido sus adoradores. Una deidad con la cabeza medio podrida de un jabalí se enseñorea en “El Señor de las Moscas”, la novela de William Golding publicada en 1954. Narra cómo unos adolescentes y niños naufragan y se quedan solos en una isla desierta. Han de sobrevivir, y aparte de cazar, y de hacer muchos de ellos las peores maldades, encuentran como dios, y extremo pavor, a “El Señor de las Moscas”. El que da un sentido a su nueva sociedad, una que va más allá de toda fibra de civilización, cultura y cualquier buena hierba. Es el retroceso, se supone, a lo que algunos, si no todos, llevan en los genes. Si se quiere ver encima una película sobre este libro ahí está “Lord of the Flies”, la versión en blanco y negro de esa novela que hizo Peter Brook en 1963. Pero el buen Jean Jacques siempre está ahí. Aun cuando algunos hablan con soltura de una segunda guerra mundial con sus campos de exterminio, gulags y explosiones nucleares. Y por si fuera poco se mienta al nuevo Señor de las Moscas con las guerras abiertas como prólogo de una tercera-y última-guerra mundial. Golding no daría crédito a lo que ahora se oye y se dice.
www.otrospueblos.com