La alerta es roja, como ha de ser. . Y no importa que el fuego se ubique en Australia. Australia está cerca de quienes la admiramos, y la hemos recorrido. Ya ha ardido un Portugal, en extensión. Ya ha muerto un millón de animales, tan únicos a veces como los koalas. Y respecto a las víctimas humanas es como otro Gallipoli que les cae del cielo, o sea de la abundante torpeza de sus dirigentes. No hay más que atender al neologismo de refugiados climáticos. Los nuevos parias de la Tierra quemada. Hoy son australianos, mañana los siguientes.
Los aborígenes pensaban y creen que el dreamtime se sigue cumpliendo. Es más real que un sueño. Ahora el calentamiento global da la otra cara del mundo: esto no va bien.
Aparte están las ebulliciones locales, y los países que tienen fiebre casi siempre. Está en su naturaleza, supongo.
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