Muchos
pueblos han acuñado en su imaginario una guerra que ganan. O si no idean héroes
culturales, y guerreros míticos que originan orgullo étnico, y a veces nacional,
a partir de victorias o, en su defecto, de relatos hinchados. Los indígenas
yanomamis de la Orinoquia alentaban mucho la figura de sus waiteri,
hombres duchos en la batalla. Pero todo eso y más reposa en los anaqueles del
tiempo, mientras nuestra época se llena de una especie de psicosis de guerra generalizada.
No se sabe quién es el enemigo, salvo que no lo sea el encarnado por las propias
bombas, ente ellas las nucleares. Las guerras abiertas en este momento parecen
insignificantes si no llevan algo atómico. Es como mentar el Armagedón y
comerse un helado de vainilla. Y eso será porque hay interés en presionar a los
habitantes de este planeta con la amenaza de lo que va a venir. Hay que armarse
como si no fueran suficientes, además de los parques atómicos, los miisiles intercontinentales,
hipersónicos, y hasta hiperbáricos, los que donde explotan derriten todo. Y por
supuesto no es suficiente la Inteligencia Artificial que selecciona objetivos,
o sea víctimas, y que, cuando se alcanzan, nadie tiene la culpa. A un robot no
se le puede juzgar ni vale la pena meterlo en la cárcel, ya está dentro de
ella. Pues bien, además de por tierra y por aire, y por el espacio, ahora los
drones invanden el océano. Son los UUV, (Vehículoss subarinos no tripulados)
que podrían destruir los sistemas productivos y nerviosos de medio mundo. Desde
tuberías de gas y petróleo a esos cables que llevan el internet bajo las aguas.
Y los datos, la desconocida “nube” submarina donde reina el nuevo capitán Nemo.
viernes, 19 de abril de 2024
VUELVE EL CAPITÁN NEMO
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