martes, 3 de junio de 2014

LA SUCESION DEL REY SACERDOTE

Aquellos reyes de la antigua Italia, como el de Nemi, cerca de Roma y aún más de Castelgandolfo, se regían por reglas de sucesión muy severas. La occisión entraba dentro de ellas. El rey sacerdote del santuario de Diana, en Nemi, debía ser sustituido por alguien más capaz que él, el que pudiese precisamente matarle y arrebatar la rama dorada. Y sin embargo, eran reyes sacerdotes "capaces de otorgar a sus súbditos y adoradores los beneficios que se creen imposibles de alcanzar por los mortales y que, si se desean, sólo pueden obtenerse por las oraciones y sacrificios que se ofrecen a los seres invisibles y sobrehumanos". En España no hay aún seres reales invisibles y sobrehumanos, hay simplemente personas jurídicas que por sangre son inviolables y están por encima de los demás. La razón por la cual los que se declaran republicanos, por ejemplo socialistas, van a aceptar el paquete de la transición B, con un nuevo sacerdote rey, sólo se explica con el miedo. ¿A una guerra civil? ¿A los militares españoles, que van en misión humanitaria a Afganistán, disparando contra los españoles? ¿O a perder los chollos y gabelas de la transición A duramente extendidas a sus familiares, allegados y conmilitones? A lo mejor se podría añadir alguna línea a "La Rama Dorada", que arranca de una costumbre bárbara y cruel como la de la sucesión en el trono y en el templo de Diana, con nuevas aportaciones de usos primitivos en el siglo XXI.


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