sábado, 12 de marzo de 2011

CAOS Y BICOCAS

Cuando se junta un terremoto de la escala 8.9, con un tsunami como el de Japón, una guerra como la de Libia, unas revueltas como las de los países árabes, y una crisis económico-financiera de gran calado, la tentación de algunos es apelar a la metafísica. La teoría del caos estaba de moda hace no mucho. A veces la mecánica cuántica, la que se conoce al menos desde 1927, es invocada por quienes creen -al estilo de Rupert Sheldrake, coautor de "Chaos and creativity"(1992)- que hay "una espontaneidad inherente, indeterminación y probabilidad en el clima, en las olas, los vientos, los sistemas nerviosos, los organismos vivos, los ciclos bioquímicos, y un amplio espectro de fenómenos". Pero eso no quiere decir que todo sea metafísica, y que haya que apuntarse a lo intangible (Kant no vio conciliable eso con lo tangible, la ciencia). Además tras lo intangible enseguida aparecen quienes hacen uso de su fanatismo (recubrimiento del interés propio con mucho humo y televisión) para decretar que sólo ellos están en posesión de la verdad. Los otros son réprobos (contrarios políticos, tipos tibios con la funesta manía de pensar, incrédulos, escépticos, señaladores de lacras, críticos varios...) y por ende han de ser apartados del recto devenir social, el que se incardina en el amiguismo y se apoya en el presupuesto, y la bicoca, a nivel estatal, regional, municipal, cantonal, clánico, familiar y dentro de eso cualquier pequeña estirpe de poder. De forma que el caos es el mejor caldo de cultivo para algunos. El miedo de lo que pasa y pasará da dinero.

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