sábado, 11 de junio de 2016

EL PRECARIADO

Dado que ya tiene nombre, la precariedad, lo que sufre el precariado, es más fácil identificar el problema. Solucionarlo es otro cantar. ¿Quiénes son los nuevos proletarios, es decir, los precarios? Según Guy Standing, los que se sienten inseguros en sus trabajos (precarios), y los que reciben salarios (precarios), y los que tienen cada vez menos derechos sociales, y los que no quieren ni pueden jubilarse, ¿para qué? Los parados son unos superprecarios. Y los indígenas, naturalmente, los más apartados del sistema, pero no hasta el punto de que no les afecte este sistema. Lévi-Strauss ya propuso para indígenas la voz de indigentes. En fin, una clase creciente de personas, creciente numéricamente, descendiente en todo lo demás. Carne de cañón para los partidos con sus matices e intereses, pues son una enorme cantidad "los alienados, anómicos, ansiosos y airados (angry)". Si fuesen hungry estarían hambrientos, que algunos también lo empiezan a ser. Bueno, pues a pescar votos y a perpetuar la nueva instalación, no ya de ricos y pobres, sino de precarios y no precarios, que queda más llevadero para quien no lo tiene que llevar en su casa.

http://www.luispancorbo.com/

6 comentarios:

Benito dijo...

Tal vez podríamos comenzar con las reflexiones de Giovanni Pico della Mirandola en su Discurso sobre la dignidad del hombre: “He leído en los antiguos escritos de los árabes, padres venerados, que Abdala el sarraceno, interrogado acerca de cuál era a sus ojos el espectáculo más maravilloso en esta escena del mundo, había respondido que nada veía más espléndido que el hombre. Con esta afirmación coincide aquella famosa de Hermes: «Gran milagro, oh Asclepio, es el hombre».
Sin embargo, al meditar sobre el significado de estas afirmaciones, no me parecieron del todo persuasivas las múltiples razones que son aducidas a propósito de la grandeza humana…”

Ha llovido mucho desde que Giovanni escribiera estas palabras. Parece que cambian las formas de las etiquetas o de las palabras con las que designamos o etiquetamos las cosas, pero las sustancias parecen permanecer. Podemos recurrir a algo más contemporáneo como a Richard Sennett y su La corrosión del carácter . Sennett destripa ese capitalismo del precariato a través de sus entrevistas y nos vislumbra sobre los retos a los que nos enfrentamos.

Pero con todo eso de las etiquetas y clasificaciones debemos tener cuidado si hacemos caso a Alexander Gofman: “Uno podría formular una cuasi-ley que estableciera que cuanto más clara fuera una teoría o un concepto… menos oportunidad tendrá de triunfar. E inversamente, cuanto más ambigua, oscura y confusa sea una teoría o concepto, tendrá más probabilidad de dominar…”

Aunque si recurrimos nuevamente, a las palabras de Lévi-Strauss y sustituimos la palabra salvaje por precario: “…Cierto es que las propiedades accesibles del pensamiento salvaje no son las mismas que las que llaman la atención de los sabios. Según cada caso, el mundo físico es abordado por extremos opuestos…”. Creo que a Gofman estas palabras no le parecerían nada ambiguas.


Saludos,
Benito

Luis Pancorbo dijo...

¿Cómo, Benito, no va a tener razón Lévi-Strauss y su manifestación de la evidencia? Desde los opuestos se mira el mundo y los que están en medio lo tienen crudo. Los que están en los grises, en la pacificación, todo eso... Ayer tuve la suerte de ver Battlefield, el increíble montaje sobre el Mahabharata de Peter Brook. ¿Cómo es posible que en esa obra insigne se diga que no hay nadie tan malo en absoluto? Hay que ser hinduista, y tener recorrido para mejorar en la rueda del samsara, para no plantarse. Hay malos y buenos. Claro, los buenos no lo son tanto y tampoco los malos.
Pero el precariado, que rima con proletariado, algo tendrá cuando es objeto de la atención de los más finos cerebros que analizan dónde estamos y adónde vamos en este mundo. Y en algo yo les doy la razón porque el nuevo precario vive a contrapelo, conoce perfectamente lo que ofrece este mundo postcapitalista, medio cibernético ya, gélido y abundante (con su calorazo creciente porque el cambio climático no existe, pero sudar se suda, y el mar sube y el hielo baja). Es decir, los que no tienen trabajo, los que tienen trabajo temporal, sueldo ridículo, amenazas constantes de despido, contratos basura, etc... por otro lado claro que no son como los antiguos proletarios, los que ni siquiera se podían lavar bien el hollín y vuelta a la mina. Los nuevos precarios tienen conocimientos y habilidades cumplidas de este mundo que vivimos y que se expresa en redes, móviles, televisiones, anuncios... Y tienen las competencias discursivas, intelectivas, emocionales, comunicativas, al mismo nivel que los otros, los que no están en el precariado. De ahí viene un gap que es más bien un abismo, porque los precarios no pueden estar contentos sabiendo tanto, sabiendo mejor que nunca cuánto crece la desigualdad.
¿Quién lo va a remediar? Igual se necesitan en España unas cuantas rondas electorales para llegar a una conclusión de arranque.
Un abrazo
L.

Patricia dijo...

Buenas tardes,

¿Qué nuevo o viejo horror, verdad? Qué difícil es tomar conciencia, en nuestro idealizado mundo de que formamos o formaremos parte de el precariado, y qué fácil es ignorarlo. Vuelvo si se me permite, a mis clásicos, ya que Forrester nos advirtió, (...)”No ignoramos, no podemos fingir que ignoramos, que al horror nada le es imposible y que las decisiones humanas no conocen límites. De la explotación a la inclusión, de ésta a la eliminación e inclusión a desastrosas explotaciones aún desconocidas” (...).

Partiendo del símil que Huxley hace de la cometa en su obra “La isla”, en esta sociedad en la que vivimos, y porque nuestra naturaleza es así, siempre intentaremos, en la medida de nuestras posibilidades subir más alto, algunos nos susurrarán que el viento soplará a nuestra favor siempre que nos encontremos en el camino correcto, que deberá coincidir con el suyo, mientras por el otro lado, tendrán bien sujeto el cordel, para cuando una cometa suba acorde a su propio pensamiento, poder tirar del hilo, no sea que alguien, que no sea aquel que no se quiera, pueda subir más que los demás, pues ya se sabe el aire puro, para los privilegiados.

Ensalmadores y saludadores, los hubo y los habrá siempre, los vemos estos días con más ahínco en nuestras calles y pueblos, tan fácil es jugar con la angustia y la desesperación. El miedo de la gente, a perder lo poco o mucho que posee, al final la angustia es la misma venga del lado que venga.

¿Qué nos queda?, no sé, puede que recuperar aquellas costumbres, que si bien, en algunos lugares, nunca se han perdido del todo, como el enramado de casas, establos o fuentes para atraer la fortuna, incluso quizás vuelva, algún que otro rito, como aquel que narraba Aurelio de Llano, tras un viaje a principios del pasado siglo por el occidente asturiano, que consistía en que en víspera de San Juan, se ponía sal al sereno, para dárselo al amanecer al ganado tras “la bendición del santo”, ritual conocido con el nombre de “salar las vacas con el sal”.

Espero que a algún speaker’s corner de turno, entre discurso y discurso, ronda electoral y ronda electoral, no quiera imponer alguna costumbre en una de esas ocurrencias que suelen recorrer nuestra patria, sobre todo, en época electoral, miedo me da, pues ya sabe el pronóstico que hacemos por estos lares:

Cuando la sal se derrite
o ves las piedras sudar,
o los hierros húmedos están,
con hielo o lluvia puedes contar


Esperando que el verano llegue, al menos, ni frío ni lluvioso, un saludo,
Patricia

Luis Pancorbo dijo...

Genial, Patricia, las piedras están sudando. El solsticio toca ya la trompeta y quiere entrar. En ese clima físico lo que nos traes del clima psicológico de "La isla" de Huxley es espeluznante. Creo que esa novela tiene aún más garra en pintar el horror que la sociedad que sale en el "Bravo Mundo Feliz" (me gusta poner así ese título). Y es terrible porque en la isla habitan unos maestros más peligrosos aún que los robotizados alfas y altas castas del mundo feliz. Más peligrosos incluso que los cerdos de la granja orwelliana. Los maestros y dueños isleños se envuelven de orientalismos aparentemente bienhechores, pero hacen lo que dices de la cometa. Dan la ilusión de que uno vuele, o la vuele, pero te tienen sujeto por el badajo. Como para desmandarse y volar sueltos estamos.
Los analistas ahora están matizando la ola de la desigualdad con el concepto de la precariedad. Vuelven a ser aspirinas para tumores sociales de envergadura.
¿Qué hacer? ¿Dónde ir? A las mejores tradiciones y caldos (frescos ya, como la sidra), al clima respirable, a la amistad y a lo que quede de amable en las personas (lo que haya digno de ser amado).
Lo justo, dirían en el Mahabharata. Sin hacerse ilusiones ni caer en las pesadillas. La culpa ya se sabe es de los otros, y de los dioses, y del tiempo y del destino. Entonces somos libres, ¿no?

Un abrazo y buen verano
L.

juan de la cruz471 dijo...

Los últimos años los puestos de trabajo no se crean; se destruyen o se transforman. Y se transforman en precarios, divididos y devaluados. Considero que los gobiernos de cualquier país deberían servir para darnos seguridad; para que pensáramos en amar, en tener hijos, en plantar árboles, en escribir libros. Hoy el consumo de las familias no es tan alegre como fue y eso es porque nadie está seguro; así no puede tirar de la economía. La globalización es para que los beneficiados tuvieran sociedades pantalla donde burlarse de las haciendas, de las seguridades sociales y de los obreros seguros, a cambio nos ofrecieron el señuelo de las mercancías baratas, siempre encontrarán mano de obra más barata y precaria.
Pero la cosa puede ser peor: hace una semana se hablaba mucho de robótica.
Creo que deberíamos dar un paso atrás. Cuando se llega al abismo el único paso adelante es un paso atrás.
Un abrazo.

Luis Pancorbo dijo...

Es cierto, Juan, que la precariedad es el manto en el que se han arropado los especuladores políticos y económicos, los que fingiendo compungirse no hacían sino aprovecharse de la situación, empezando por sus plataformas financieras offshore, y de paso, de alguna plataforma petrolera también.
Supongo que el pasado no es el mejor sitio para volver, aunque la verdad es que al futuro le está pasando algo extraño, como dice William Gibson.
Tomemos el presente por el asa que no quema. Está bien lo de plantar árboles. Con su habitual poder de exageración Terry Gillian (director de Brazil y de su eterno proyecto del Quijote) quiere que le entierren en una caja de cartón y que le planten en el pecho un roble. Es más, por una de esas magias orientales, quiere reencarnarse en roble, en uno fuerte y majestuoso, claro, y en seguir vivo esa existencia. Hasta otra y otra, quién sabe. La fantasía es libre, eso aún no lo han recortado. Y espero que nunca lo hagan con la libertad de pensamiento.
Un abrazo
L.