miércoles, 16 de septiembre de 2015

TRADICIONES ESPAÑOLAS

Lo del pobre toro Rompesuelas es una tradición, no es ilegal, acaba de decir el ministro de Justicia (y notario mayor del reino), el señor Catalá. Y lo mismo remacha el señor Herrera, presidente de la Junta de Castilla León. Cómo no. En España, teniendo poder, se ven las cosas desde un punto de vista infalible, más que papal. Es recta y correcta la tradición. Una tradición de cinco siglos permite alancear a un toro, rebanarle ya muerto los testículos, y ponerlos en lo alto de la pica. Eso se llama criadillas en español, y se comen. Y eso está en el macizo de la raza, es la tradición, ¿por qué vienen a fastidiar en ese tema los extranjeros? Porque estar contra el Toro de la Vega es estar contra la tradición patria v los que hacen eso no pueden ser compatriotas, españoles. En otra época, siempre siguiendo la tradición, esas gentes que se quejan de la barbarie de Tordesillas habrían sido sometidas a la Santa Inquisición. ¿No era tradicional el Santo Oficio? La quema de herejes y todo eso purifica el ambiente de la piel de toro. Pero si es por tradición hubo una corrida de toros humanos -rojos- por parte de los nacionales en la plaza de Badajoz durante la guerra civil, hecho que se olvida, se niega, se diluye, y así, porque, claro, al animal humano lo que le molesta es que le pillen, que le fotografíen en pleno desarrollo de su sacrosanta tradición. Les da algo de vergüenza, tampoco mucha, y además están respaldados por los siglos, la verdad, la bondad y la belleza. Pero que nadie vea cómo se lo montan. www.otrospueblos.com www.luispancorbo.com

7 comentarios:

Benito dijo...

¿Por qué hablamos de tradición? Parece que tendemos a pensar que cuanta más hondura temporal hay en nuestras prácticas y representaciones más legitimidad tienen. Algo que se ha hecho así, tendrá que seguir haciéndose. Recordando a Hocart, calificado por algunos como etnólogo singular, cuando se pregunta por qué se hace eso, y la respuesta es que se hacía así antes, esa cuestión solo se plantea a partir del momento en que la tradición no cae por su propio peso, que ya no se hace como antes (hace un siglo no aparecían por Tordesillas extranjeros a fastidiar la fiesta). Una tradición viva y no cuestionada no se comenta. La tradición de la que se tiene conciencia es la que puede cuestionarse, incluso de la que podemos apartarnos.

También se intenta relacionar tradición con identidad, cuestión de gran calado por otra parte. Aquí podríamos mencionar a Jane Carsten que ha puesto de manifiesto como la identidad puede ser entendida horizontalmente en vez de referirse verticalmente a unos antepasados y tradiciones situadas en un tiempo prístino. Sus estudios sobre inmigrantes sudasiáticos en Indonesia, que no tienen en cuenta a sus muertos, sino las relaciones de parentesco actuales en una familia extensa, dan un contrapunto a las nociones sobre las tradiciones. La identidad se va generando de forma dinámica y fluida por medio de actividades y relaciones de entendimiento en las que las gentes se implican.

Por lo tanto, como en tantas ocasiones, necesitamos relativizar y fijarnos en los contrapuntos y en la variedad y variación de nuestras respuestas a las vicisitudes cotidianas, entre otras cosas, para intentar evitar la quema de herejes.

Saludos,
Benito

Luis Pancorbo dijo...

Impecables argumentos, Benito. Aquí la tradición, por llamar de alguna forma a una variante de la barbarie, no tiene otro sustento que el de las criadillas. En otros casos aparte del de Tordesillas la tradición es más sibilina, no fía tanto su pervivencia en el tiempo transcurrido cuanto en su alto carácter moral y hasta trascendental y metasífico. A esa tradición vete a cortarle las alas. Los ingleses lo intentaron y consiguieron en buena parte (no del todo) en la India: había allí la tradición del sutee (suti), que las viudas se arrojaran a la pira del marido. Periódicamente sigue habiendo esos suicidios rituales, pero ya no es una epidemia. Donde ha sido más explícita la llegada de la razón en la India ha sido en el acabamiento de los thugs, esos estranguladores y ladrones en honor de la diosa Kali.
Pero la tradición es una hiena peligrosa. Avanza, retrocede, come mucha carroña. Una tradición española era la que quería implantar la trama Gurtel: repartir sobres, comprar silencios, recibir gabelas. Crear, en fin, un sistema. Por supuesto ha habido Gurtels en casi todos los partidos tradicionales. Y ahí viene otra vez la palabra tradición aliada a tiempo. Tiempo de olvido. Tiempo inútil. El relativismo cultural no tiene por qué sentirse capitidisminuido si denuncia, deplora y aún más, que no está bien la costumbre de matar al prójimo y comérselo ritualmente. Tampoco es una buena tradición la ablación femenina. Tampoco es preciso embobarse con el sistema de castas, y justificarlo con el tiempo, ni pensar en lo buena que fue la esclavitud para Europa (menos para los mandingas), y tantas otras cuestiones que han durado y se han resistido a desaparecer. Me`parece que la cuestión fundamental no es tanto ocultar las tradiciones monstruosas con que los humanos han adornado sus imaginarios, sus religiones, sus ocios y negocios, sino admitir todo eso. Es muy humano, muy español, muy antiguo, pero no por eso hay que declararlo legal y a ser posible eterno. De vez en cuando el planeta ha reaccionado, por ejemplo en Francia, en 1789. Ya vinieron luego las involuciones.
Un abrazo
L.P.

Patricia dijo...

Buenas tardes,

Exacto! Quizás a la humanidad, o en muchos casos inhumanidad, sobre todo viendo estos días las noticias de refugiados que ansían llegar a la llamada vieja Europa, que más bien habría que decir obsoleta Europa, pues bien, quizás, sólo quizás, les preocupa que les hagan fotos, pues creerán en otra antigua tradición del siglo XIX, en la que si eras fotografiado por extraños corrías el peligro de caer en los malos propósitos de brujas y hechiceros..., somos tan modernos que para eso tenemos los selfies y demás autorretratos...y esos sí que sirven para dar fe, so pena de ser acusado de herejía.

Aunque quizás, sólo quizás, durante este mes “septem” o séptimo para el calendario romano, se llegue, así como se iguala el día y la noche, al preconizado equilibrio de fuerzas entre el bien y el mal, al fin y al cabo, se dice que con el derecho a votar y a ser votados, ganamos todos...o casi todos, excepto los toros y los que aún permanecen en los alberos de muchas corridas de toros humanos.

Así, podemos contar una leyenda de esa tradición oral, tan arraigada aún en muchos pueblos, y cuyas versiones difieren según la cuente el mejor o el peor parado en cada caso. Aquí lo que narramos es la disputa por la propiedad y el uso de un puerto de montaña asturiano entre los concejos de Tameza y Proaza, el Picu L'Oral. Se acordó entre los vaqueros de las dos partes que lo solucionarían con la lucha de dos toros, el que ganaba se quedaba con los pastos.
Los de Proaza presentaron un toro fuerte, cuidado y grande, los de Tameza uno ruin y pequeño. Dio inicio la lucha, y en la primera embestida el de Proaza subió al de Tameza a lo más alto, pero en la revancha el ruin de Tameza, hizo retroceder al grande con júbilo por parte de sus dueños, que vieron como ganaban ante el poderoso buey de Proaza.

Que nos sirva para esperar, que pese a la supremacía en un principio de lances y picas, al final triunfe la racionalidad, ya que la tradición no tiene que estar unida a la barbarie, ya en la Historia Troyana, la profecía de Casandra decía:

¡Ay gentío
mal apreso,
de gran brío
mas sin seso,
gentío de mala andanza!
(...)

En fin, quizás dentro de poco, estas tradiciones sean también estampas anacrónicas, como un viaje en tren en el que se pueda observar a un pasajero leyendo un libro en papel, que para dar colorido ya está el toro de Osborne.

Un saludo,
Patricia

Luis Pancorbo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luis Pancorbo dijo...

Una buena noticia: en Callosa de Segura (Alicante) acaban de prohibir el toro embolado para sus fiestas. Muchos vecinos no han visto la necesidad de pegar fuego a dos bolas en los cuernos de un toro para su regocijo (de los vecinos). Bien es cierto que en Callosa no era una tradición, y por tanto ha sido más fácil eliminarlo, pero no deja de ser un ejemplo. Sólo faltaría que se restaure el embolado por ley, así es el país, porque también es una tradición acabar con una tradición.
A veces gana la razón, es estremecedor. En Tordesillas los lanzazos a un toro son pura esencia. Y la esencia no se toca. La ley está con los lanceros bengalíes de la Vega. Lo único es que no se carguen de paso a los humanos que están en contra.
Tienes razón, Patricia, con las historias que nos has traído, hasta de los tiempos de Troya. Hay "gentío de mala andanza". Y los toros, se supone, no son culpables de la tradición española.
Benito nos ha recordado a Hocart, "el pionero olvidado", un antropólogo que ha estudiado graves cuestiones como "Te life giving myth", el mito del sacrificio de la vida. Y no menos interesante es "Kings and Counsellors" (1936) donde analiza que el parentesco puede derivarse de una organización ritual, y lo mismo el origen de una monarquía. Esa es la disección. El asunto es si el tiempo confiere legitimidad hasta a lo más absurdo. Si no conviene revisar periódicamente mitos, hipocresías, y algún que otro sacrificio ritual.
La hipocresía ganadora en España es evidente. Y en Europa occidental, que es muy dada a meter la ropa sucia en los cajones más oscuros. Somos muy democrátas y tolerantes, y de hecho bienvenidos sean los sirios. Pero eso si son pocos y modestos, sin gritar (ni llorar). Si son muchos ya la cosa cambia. La tradición democrática necesita concertinas made in Spain como en Hungría, y cerrar las puertas de la dorada Alemania.
¿Adónde vamos a parar?
Un abrazo
L.P.

Unknown dijo...

me encanto este blog! si te gustan estos temas, te invito a ver este otro blog que sigo:

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juan de la cruz471 dijo...

En algún momento algún entrevistado ha defendido vergonzantemente el vil acoso del toro de la Vega como cortafuegos para salvar la fiesta de los toros. Enrocándose en la defensa de la "tradición Tordesillana" sostienen el tajamar que protege al puente -las corridas de toros-. Quien eso apuntó está reconociendo tácitamente que ese grosero tumulto "no tiene un pase".
Yo, aunque no he sido nunca consumidor en la plaza, salvo todavía la fiesta de los toros porque tiene momentos estéticos, (subjetivamente estéticos para muchos) también por españolismo glandular. Me molesta que se oscurezca esa parte de la cultura. Probablemente, si algún día se prohíben las corridas, dejemos de ver los lances de valor como algo estético y ya todo estará en el saco de lo bárbaro, -vomitonas del toro en la arena, que procuraban siempre censurar-. No sé si en algún momento hubo estética en los espectáculos del circo romano: gladiadores, naumaquias, luchas contra fieras, pero una vez proscrito creo que todo vino a un mismo saco pagano, despiadado, malo. Con el tiempo supongo que todo dolor innecesario tenderá a desaparecer y dejarán también las corridas de "tener un pase". Pero volviendo al tema está claro que ese linchamiento tumultuario es una vergüenza para todos. De cualquier manera como la racionalidad no podrá imponerse a ese pueblo, creo que el seguimiento que se hace por los medios de comunicación atiza el cerrilismo de los tordesillanos -estoy seguro de que si se sintieran ignorados lo dejarían en menos de cinco años- defiendo una modificación legal que imponga la desaparición de esta tradición.