Y llegaron las calaveras, algunas de azúcar, como las de México. Y otras que siguen tan misteriosas como “Et in Arcadia ego”, la frase que inspira cuadros tan hermosos y desazonadores como el de Guercuno y luego los dos de Pousin. Menos mal que “Los pastores de la Arcadia”, el segundo óleo de de Nicolas Poussin dedicado al tema, no ha sido robado en el reciente ataque al Louvre. Pero ¿qué quiere decir la mítica frase “Et in Arcadia ego”? ¿”Y en la Arcadia yo también?” ¿O “Incluso yo estoy en la Arcadia?”. ¿O “Yo también he estado en la Arcadia”?.. El elíptico verbo ser del latín flota en la tumba vacía. En el segundo cuadro de Piussin, el que está a salvo en el Louvre, se ven junto al sepulcro tres pastores semidesnudos de la Arcadia, y, como novedad, una bella y misteriosa dama vestida con un manto dorado. Ella, como apunta Léxi-Strauss, en su análisis del cuadro, no parece de este mundo, ni siquiera de la Arcadia, esa ambigua región donde la muerte se sortea pues es donde la felicidad goza de más predicamento que en sitio alguno. Es todo un don estar ahí. O haber estado. O estar un día o siempre en la Arcadia.
Pero para Léxi-Strauss no había duda: La
dama del segundo cuadro de Poussin no es una pastora sino una diosa o al menos un
ser de otro mundo. La calavera pasa a un plano que casi no se la puede ver. Y sin
embargo de ese cuadro de Poussin se hicieron estampas tan populares que se
colgaban hasta en las cabañas. Como se cuelga un talismán de la suerte.