Así cayó el arancel, el nuevo maná, pero la anomia que se va imponiendo tampoco es leve. No es una anomia por falta de normas en nuestras sociedades, sino por la degradación de tanta red normativa. Si se prefiere, la anomia actual sucede también por el deterioro, o el desgaste, de tales normas. Y mientras tanto ha llegado la primavera, con su cambio climático en flor y su negacionismo de los irreductibles. Y entre las anomias generalizadas vamos ardorosos hacia atrás. El desajuste es sólo de tamaño prebélico. Aún no se sabe bien quién es el enemigo. Y en tiempo de anomia muchos poderosos dirigentes del mundo prefieren situarse en una posición cómoda, por ejemplo más allá del bien y del mal. Y a ver si escampa.