viernes, 24 de julio de 2020

UN VERANO ENMASCARADO

Según se mire el mapa es el invierno o el verano de la pandemia. Enmascarada, por supuesto, y no sólo por los diversos barbijos, face masks, mascherine... Muchos nombres para hacer de este planeta  un curioso lugar de gente que se tapa la cara para sobrevivir. El lado festivo de la máscara  queda lejos. El carnaval del coronavirus no tiene gracia. Es lúgubre  como las viejas  máscaras  venecianas de los "médicos de la peste".  Pero lo peor es el  enmascaramiento del origen, y trayectoria, del proceso, nada digamos de su término.  Todo o casi queda celado. Y el temor no es este Covid--19 sino los que pueden seguirlo otros bichos y dragones.   Vuelve a ganar el fake, o el no decir  y en cambio simular.  Cosí é se vi pare. Así es si así os parece. como inventó Pirandello, relativista precursor.

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8 comentarios:

B Fernandez dijo...

La caja de Pandora para el Covid-20, Covid-21, etc. está abierta. Nuestras soluciones en estos momentos parecen pasar por vacunas, aislamientos, tratamientos y demás remedios, en definitiva, por aplicar el método científico. Pero Umberto Eco nos prevenía: “… Su principio implícito es el falibilísmo, que le lleva a estar siempre pendiente de corregir sus propios errores. Se vuelve dogmática en sus fatales simplificaciones periodísticas, que transforman en descubrimientos milagrosos y verdad consolidada lo que no eran más que prudentes hipótesis de investigación…”

Ahora que parece que el maná europeo supondrá el final de todas nuestras necesidades y las vacunas prometidas a la vuelta de la esquina el final de la plaga, las reflexiones foucaultianas sobre el discurso y el poder toman nuevo vigor. El pluralismo parece cada vez más condenado por los corporativismos a través de los cuales parecen pretender repartir derechos, identidades, privilegios y todo tipo de prebendas. Alphonso Lingis pone el dedo en la llaga, nunca mejor dicho:

“…cada herida, cada cicatriz, cada laceración dejada por las tormentas, los roces, los tropiezos, las caídas, las infecciones y los golpes endurece la carne, haciéndola silenciosa e inexpresiva. Las heridas son tan solo la resistencia, la imborrabilidad del dolor. Solo se abren ante sí mismas y ante más dolor. Se abren sobre un cuerpo que es una lesión en el tejido de palabras y discursos y en las redes del poder.”

Recursos sanitarios, educativos, asistenciales no parecen ser flor de un día, sino el trabajo y esfuerzo de décadas, pero como nos señala Eduardo Galeano… los tiempos presentes habían sido presentidos y engendrados por las contradicciones del pasado…” ¿Podríamos aplicar lo mismos a los tiempos futuros?

Un saludo,
Benito Fernández

PF dijo...

Buenas tardes,

Decía en una entrevista Joseph LeDoux, neurocientífico, que los animales son egoístas para sobrevivir, pero los seres humanos creamos el egoísmo de formas nuevas y más crueles, de ahí posiblemente la creación de problemas nuevos en esta lucha constante de supervivencia, quizás ahora más que nunca, y dónde en los pequeños hechos cotidianos se vive el egoísmo, se mira al semejante con miedo y en muchos casos irracionalmente, se necesita creer en los nuevos “magistrato della sanitá” y pensar que las mascarillas nos protegerán como antaño ocurrió con la máscara veneciana ante la peste en Europa o las mamparas de la gripe española.

Quizás esa frase tan manida de que el fin del mundo esté cerca, Nostradamus aparte, sea más verdad que nunca, o al menos el mundo como lo conocemos ahora, aunque ya se narraba en un libro de cuentos del s. XIX recapitulado por Boira, que:

Existía en el Madrid de aquellos años un poeta llamado Zárate, bueno también como filósofo y muy franco de carácter. Para echar por tierra su reputación se negaban sus cualidades diciendo que paseaba en coche. Paseaba un día por el Prado con el suyo, triste y melancólico, cuando en otro coche se le cruzó un ministro de la época.
Se juntaron los coches uno subiendo y otro bajando, y el ministro sacando su cabeza por la puerta le dice al poeta:
- ¿Se acabará el mundo?
-Mandando vuestra excelencia será indudable, dijo el poeta.


Lo peor, que parece que dos siglos después, continuamos parados en el mismo punto donde estaban los coches del poeta y el ministro, eso sí, con algún otro millón más que repartir o compartir de Europa… Si alguno de vosotros fuera capaz de explicarme este galimatías -dijo Alicia-, le doy seis peniques. Yo estoy convencida de que estos versos no tienen pies ni cabeza.

¿Seremos capaces de desentrañar nuevos galimatías?, esperamos seguir comentándolo el próximo mes, un saludo.

Patricia

Luis Pancorbo dijo...

Has hecho, Benito, una reflexión de nuevo impresionante. Los tiempos ya han cambiado. Kas cartas que nos dan están definitivamente marcadas.
Nos agarramos a a los cordones de las mascarillas como si fuesen tablones de náufragos.
Otros siguen empaquetando sus tacos de billetes y opresiones, para disfrutar sobre las cabezas de todos, personas, instituciones, ilusiones... El viejo frenesí-
.
Enhorabuena por tu veredicto.
Un abrazo
L.

Luis Pancorbo dijo...

Me gustaría ganar los seis peniques que ofrecía licia por r resolver nuestro galimatías. Haces muy buen, Patricia, abriendo la respuesta para otro mes, como proponía a cada noche Sherezade.
Pero tienes, Patricia, una solución muy bien perfilada con la lucha eterna entre el poeta y el ministro. Al final gana el mundo inolvidable del poeta Zárate, aunque entretanto e el ministro, sea de Dios o del Diablo, se ponga las botas.
Un abrazo
L.

juan de la cruz471 dijo...

Regreso de un viaje turístico por el suroeste de la Península, que no conocíamos. Las playas de Huelva razonablemente llenas de andaluces; guiris casi ninguno. Pocas mascarillas y algún socorrista voluntarioso sugiriendo que los andarines playeros nos las pusiéramos. A los asentados no los molestaban porque se entendía que eran convivientes (grandes familias las andaluzas).
El Algarve, de playerío más selecto, algo deprimido, no sé si será la melancolía portuguesa. Eso sí, siguen dando opíparos desayunos ingleses en el hotel, pero no vimos casi ingleses. Alemanes encontramos, con mucha confianza germánica, o sea, casi ninguna precaución, como cuando se acercaron a Stalingrado. Españoles pocos, o por lo menos no oímos hablar mucho con nuestro alto alto volumen caracerístico.
Los huecos del covid propician fotos playeras más equilibradas, menos agobiantes. La estética es lo único que ha ganado.
Pero es muy deprimente ver las tiendas de recuerdos vacías y sobre todo, heladerías cerradas en julio. Parece que nadie quiere recordar este mal sueño y pocos heladeros se arriesgan a llenar un escaparate de mantecados multicolores. Uno piensa sinceramente que faltan muchas chanclas: es el verano veinte veinte y nosotros asociaremos este recuerdo, ese semivacío, esa estética de acantilado espectacular a lo que hemos vivido este año en esos lugares, aunque dentro de un par de años volviéramos a la "antigua realidad".

Luis Pancorbo dijo...

Hac Juan, un buen relato de vacaciones lleno de saudade,palabra en la que los portugueses meten muchos matices de tristeza y añoranza. Pero la realidad que se impone dentro de la pandemia nos llena a muchos de perplejidad si no de pesar. Pues, ya vemos algunos de los evidentes efectos del virus, pero ¿y la cara oculta del dragçon= Ya sabes el cuento genial de Augusto Monterroso: Y cuando se despertó el dinosaurio estaba allí.
¿Cuántos coronavirus mos preparan?

Un abrazo
L.

Marian Edward dijo...
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Marian Edward dijo...
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