lunes, 18 de noviembre de 2013

PAGAR POR LA ESCLAVITUD

De momento en el Caribe nadie mira a España, pero al Reino Unido, a Francia y a Holanda ya les han puesto un pleito para que paguen compensaciones por la esclavitud. Hay temas que no prescriben, ni horrores, como producir riqueza sobre el látigo y los grilletes de los esclavos negros. Hasta 14 países del CARICOM, organización de pequeñas naciones caribeñas británicas más Haití y Surinam, han encargado una demanda en toda regla a la firma de abogados londinenses Leigh Day, y confían en obtener una gran compensación por la esclavitud que sufrieron en las islas. Después de todo el gobierno británico ha tenido que pagar recientemente 19.9 millones de libras por la opresión ejercida contra los kenyatas cuando el Mau Mau en los años 50. Ahora el tema es aún más serio. El Parlamento británico ya tuvo que pagar 20 millones de libras en 1834 tras la abolición de la esclavitud: ese dinero hoy supondría 200.000 millones de libras. ¿Y si Cuba y República Dominicana, básicamente, reclamaran a España por los mismos hechos y planteamientos? O si no, ¿quién paga la deuda del mal hecho contra los esclavos y sus descendientes? Aquí no hay tiempo, ni dinero, dicen, para meterse en tales asuntos. Lo de siempre. Pero los asuntos de la esclavitud no se lavan con el primer detergente que se tiene a mano o a pie.

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6 comentarios:

Benito dijo...

Desgraciadamente recordar los horrores que unos hombres causan a otros, nos lleva muy atrás en la historia. El “imperialismo” de Atenas, que no permitía la neutralidad de la isla de Melos, terminó con los hombres asesinados y las mujeres y niños esclavizados… El final de la ciudad de Cartago y la suerte de sus habitantes, puede ser otro caso.

Muchos ejemplos podríamos también mencionar a lo largo de Edad Media y Moderna. Para nuestra desgracia el siglo XX, puede representar una nueva vuelta de tuerca en la capacidad sin límites con la que una parte de la humanidad puede ejercer la violencia contra la otra. Dos guerras mundiales, con sus numerosos horrores. Etnocidios y genocidios, en unos y otros continentes, y en el nuevo milenio, un suma y sigue.

Tal vez, las compensaciones sean una forma de restitución, pero conocer lo que ha sucedido, poner el foco y no relativizar (hay temas que admiten pocos relativismos) debe ser siempre uno de los caminos. Poder mostrar que las caras de la violencia son muchas, a ese tipo de cosas no deberíamos renunciar, aunque las máscaras con las que se nos intente confundir sean numerosas, esperemos contar con suficientes herramientas y ser capaces de retirar las cortinas y aportar un poco de luz.

Saludos,
Benito

Luis Pancorbo dijo...

El primer ministro de San Vicente y las Granadinas se llama Gonsalves y es de origen portugués. Es quien lidera el movimiento del CARICOM para obtener compensaciones por la esclavitud. Fue un mal absoluto, y ahora se disfraza con la explotación siempre y cuando la gente se deje, o no se entere, o no tenga otro remedio. Se camufla, y es cierto, Benito, que ahí no hay matices. Como en otros temas del relativismo moral, no así en el relativismo cultural sin el que estaríamos todos con la camisa negra o parda. El etnocentrismo generó barbaridades como justificar la esclavitud y aún pretende, solapadamente, justificar por qué hay inferiores.
Un abrazo
L.P.

Patricia dijo...

Buenas tardes,

Me dispongo a escribir un comentario a tu entrada original, imposible, se cuelga el ordenador y pantalla azul, y mientras se reinicia solo, pienso también esto es “pagar por la esclavitud”, por la tecnológica en este caso, quizás, una de las distintas formas de esclavitud que sobreviven en este supuestamente avanzado siglo, grilletes de los esclavos de la mal llamada sociedad del desarrollo.

Si bien, sea demasiado compararla con la esclavitud y negritud que por desgracia era moneda de cambio en las épocas demandadas ahora. Se cuenta que desde el siglo XVI al XIX casi dieciocho millones de africanos fueron hechos esclavos por europeos, entre ellos los llevados por los españoles a trabajar en plantaciones de Cuba o República Dominicana. Aunque en la actualidad podemos recordar las condiciones de trabajo de las maquilas en Latinoamérica, de la industria textil en Asia, o del trabajo basura en Europa.

Al menos, doy gracias a la tecnología…. me ha dado la libertad para terminar mi entrada sin otro cuelgue tecnológico, empleando lo que escribió Shakespeare en uno de sus sonetos: Esclavo soy, y esclavas son mis horas,…


Un saludo,
Patricia

Luis Pancorbo dijo...

Estamos a favor del mestizaje, pues si no el más puro ¿quién sería? ¿Adán o Eva, o su hijo, o su hija, o nadie?
Patricia, los ordenadores nos mandan, ¿se podría vivir sin ellos?
Lo del mestizaje es la única solución. Otra cosa es lo que dice el señor Mitchell, un hotelero de San Vicente y las Granadinas, algo que suena irreal y es un país. Mitchell tiene 82 años y todas las sangres en su ascendencia, y se pregunta ¿yo qué tendría que hacer? ¿Pagar compensaciones o que me paguen compensaciones? Por su lado blanco tendría que indemnizar. Por su lado negro tendría que recibir. Es una paradoja como la vida misma. Pero los países británicos del CARICOM (ya que no Cuba, la República Dominicana y otros) creen que un crimen como el de la esclavitud de los negros no se lava con el tiempo. Los judíos tampoco creen que la Shoah se puede olvidar. Y tienen razón. Si empezamos a olvidar estamos muertos, ricos, sí, y con informática, y con dos sedes parlamentarias en la Unión Europea, en Bruselas y Estrasburgo, donde no es barata la calefacción, pero fenecidos, caducos, o tal vez ¿cómo se dice ahora? ¿Colgados, fuera de cobertura, sin conexión a internet?
Pero Shakespeare viene en nuestra ayuda porque nunca se ha ido. "Esclavo soy y esclavas son mis horas". Impecable, Patricia.
Gracias y un abrazo
L.P.

Luis Bruzón dijo...

Mucho podemos hablar sobre la esclavitud, y más si, aparte de la historia, nos metemos en las lindes de la tecnología, como leo en los comentarios. Acabo de regresar de la pequeña Isla de Dubwala, en el mundo casi aislado de los indios kuna (o guna) de Panamá. Me han parecido una eternidad esos cinco días sin Internet, ni teléfono. Solo tuve acceso a dos horas de televisión para ver las noticias, gracias a una planta generadora de electricidad con gasoil.

Los kunas se resistieron a cualquier tipo de esclavitud (bien hablas de ello, Luis, en Otros Pueblos). Pero, me pregunto: en el mundo actual, ¿qué será mejor, ser esclavos de la tecnología o de la ausencia de ella? Tengo la sensación que, de cualquier forma, las tradiciones se van perdiendo, ese es un proceso imparable. Las mujeres jóvenes abandonan sus trajes de molas y los valores de su cosmovisión se sustituyen por los ídolos de la globalización (aunque su presencia mediática sea esporádica).

No parecen entrar a ese debate los sahilas o caciques, que se han negado a facilitarme un trabajo de documentación etnográfica. Hermetismo absoluto. Frustración personal compensada, al menos, con la posibilidad de escuchar los todavía presentes cantos sagrados de neles e inadules en el anochecer de cañabrava y palma de Dubwala.

Quizá los estertores de la identidad se resisten a sucumbir precisamente por eso, por no haber sido esclavos de la historia en primer lugar; y de la tecnología, después. El debate está abierto, aunque los sahilas no quieran pronunciarse.

Un abrazo,
Luis.

Luis Pancorbo dijo...

Los kunas han basado su supervivencia en elegir el aislamiento. Antes el Caribe de Panamá era remoto, incluso más inaccesible que las tierras del Darién adonde a su vez llegaron los kunas o tules desde Suramérica. Pero como bien sabes, Luis, que acabas de estar allí, las islas de San Blas, hábitat actual de la inmensa mayoría de los kunas, responden al esquema de un paraíso vacacional en este siglo. Aguas marinas cálidas, cocos, langostas, silencio, suspensión temporal del estrés... La ambición por controlar eso es más fuerte allí que en otros sitios. Los sahilas han decidido hace tiempo no soltar prenda de sus claves culturales, como una manera de preservarse. Si abrieran la mano se redoblarían las visitas al archipiélago y lo poco tradicional que aún conservan se desharía. Has estado en medio de esa contradicción, tan
interesante dialécticamente.
Respecto a nosotros, y lo de ser esclavos de la tecnología o pasar de ella, es uno de esos dilemas imposibles: nadie puede retroceder a cuando no se sabía que existía la luz eléctrica. Se conoce, existe y se usa. El cómo es lo que importa.
Un abrazo
L.P.