domingo, 19 de marzo de 2023

LEY ANIMAL

Por fin hay una ley en España que protege a los animales. Tiene muchos huecos, pero es mejor que nada. Los animales se han mirado como competidores en la piel de toro. ¿No hay aquí personas que son auténticos animales? La mayor difrencia son las cuatro patas. Parafraseando a Orwelll cuatro patas es malo, dos patas es superior. Sin olvidar que todos los cerdos de la Granja son iguales, pero los hay que son más iguales que los otros. Lamentablemente se ha excluido de la nueva ley a los perros de caza, a lo mejor porque son votantes natos. Y así también hay que esperar en la misericordia de algunos cazadores para no ahorcar galgos una vez usados. También es muy clemente la legislación taurina que permite matar a los toros después de someterlos a banderilleros, picadores y finalmente matadores poco diestros. El país avanza hacia la era postnuclear, pero nuestra relación con los animales no es tan sutil como la de aquellos salvajes amerindios que concibieron tenas de tanta enjundia como el nahualismo. No es lo mismo que lo de los seres sintientes. El nahual podía ser el jaguar, o el coyote, y el alter ego de una persona, no sólo de un chamán. Y viceversa: el jaguar podía tener un doble humano. Para que luego los indios fuesen tachados de ignorantes, inferiores, conquistables y por supuesto eliminables. Viva la Santa Paloma. Y el Escarabajo Pelotero.

 

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4 comentarios:

B Fernandez dijo...

Contemplando fotos de nuestra especie en este milenio, en muchas ocasiones apetece solicitar el cambio a otra, o tal vez, a roca o rio. También algunos salvajes atribuyen cualidades a las rocas, Uluru yéndose un poco lejos. No les ha ido muy bien, en ese país de oportunidades y maravillas.

En esta piel de toro no está claro que los animales sean seres sintientes, lo que parece claro, es que en demasiadas ocasiones son seres sufrientes y las escusas y justificaciones sean aún peores. ¿Tirar una cabra de un campanario puede considerarse cultura? El hombre desde que lo es, ha cazado animales, incluso en el presente algunos “salvajes” intentan subsistir todavía, aunque nuestra Escopeta nacional es de un orden muy distinto.

Contemplar que los animales, los árboles o las rocas son algo más, algo diferente, que no son cosas, objetos o mercancías está muy bien. Tratar estos temas desde la ñoñería y el simplismo es otra cosa. Enfrentarnos a nuestras contradicciones en forma de plato de jamón y chuletón o primates para la investigación biomédica es transitar por caminos éticos más complicados. Ya Octavio Paz en su Epitafio para un poeta escribía:

Quiso cantar, cantar
para olvidar
su vida verdadera de mentiras
y recordar
su mentirosa vida de verdades.

Tal vez, simplemente debamos cantar y vivir

Un saludo,
Benito Fernández

PF dijo...

Buenas tardes,

¡Que así sea!, mejor que nada. Parece que algunas medidas son adecuadas a una sociedad cabal, como el fomento de la adopción de animales frente a la compra, otras, parecen más cuestionables o poco al menos, razonables como la esterilización, ¿por qué solo será obligatorio cuando sean entregados en adopción por entidades de protección animal o por centros públicos? Habrá que esperar al desarrollo de la ley, y que no promueva el pedigree, acabando en una especie de eugenesia animal.

Si así fuera, muchas preguntas nos podemos hacer ¿qué sería de Cobi el perro cubista? ¿qué pasaría si tu perro no supera un test de sociabilidad? ¿qué pasaría si tu perro no supera los test de inteligencia? En definitiva, ¿qué sería de los que somos mil leches? ¿acaso no somos todos mestizos en esta globalizada picaresca?

Así que para el país de los avispados y listillos va dedicado el cuento de “El Picarín”:
Dicen que era un gato, creo que más listo que bobo, se encontró en el monte con un raposo. Y entonces el raposo vio al gato, y le dice: —¿Cuántas mañas sabes?
Le dice: —Yo, una sola.
Dice el raposo: —Pues yo sé más de veinte.
Y el gato pegó un salto y subióse a un árbol. El raposo empieza andar alrededor del árbol, y el gato empieza también a andar alrededor por arriba y se movía bien para no caer en la boca del raposo. Y entonces vio el gato venir dos perros de caza, el raposo no los vio.
Y por sorpresa, agarran el raposo, y estaban mordiéndole los perros, y le dice el gato desde el árbol: —Si tantas mañas sabes, ¿para cuándo esperas usar tus habilidades?


“Pues en tal caso -siguió su razonamiento el Gato-, ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contento. Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy loco”. ¿Y que nos queda a las personas? ¿Hacer nuestro país maravilloso para evitar cruzar el espejo? Pues no hay que tener miedo a atravesarlo, quizás la locura este aquí.

Un saludo,
Patricia

Luis Pancorbo dijo...

Fantástico Epitafio de un poeta como el de Octavio Paz. Gracias, Benito, por recordar el sutil vado entre una vida verdadera de mentiras y una vida mentirosa de verdades. Un poeta pensante como Paz podía explorar entre esas dos o más orillas. En nuestra piel de toro ya se ha conseguido hace años no tirar más cabras desde el campanario del pueblo zamorano, ni agarrarse al cuello de los gansos de Lekeitio, colgados de una cuerda suspendida en el muelle, y no soltarse hasta descabezarlos y caer con gozo en el agua.. Ahora son gansos de goma. Pero la fiesta nacional no ha cambiado. No festeja el amor al árbol (más bien se quema), ni siquiera es la exaltación de la vid (y de Pan). Los toros no se tocan, y así seguirán poniéndoles fuego en los cuernos en Soria, o tirándolos al mar desde los malecones levantinos. Mientras, en los cosos, simplemente se tortura al tótem patrio antes de darle matarile. Claro, el progreso es inevitable y hay una ley a favor de algunos animales. Ahora se va a defender a los periquitos y a los hamsters, y darles un buen entierro a expensas municipales. Pero los toros van aparte. Y los galgos que ya no cacen y que lo llevarán crudo. Los galgos son más humanos que los salvajes cazadores que los ahorcan en una encina. Dado que eso se ocultará, no como antes, igual entierrarán a los galgos en una fosa común con cal viva. El galgo podía ser perfectamente un nahual fantástico de muchos españoles. Pero así acaban muchos, ahorcados. Pues nuestra ley diferencia los perros de caza y los que no lo son. Los perros de caza no entran en la nueva ley protectora de nuestra animalidad. Son agentes económicos, votos preciosos de sus propietarios, que no quieren que nadie meta las narices en sus cotos. Ni que fuesen ellos del Credit Suisse o del Silicon Valley Bank.
Un abrazo
L.

Luis Pancorbo dijo...

Pues, Patricia, bien dices y alertas sobre los peligros de las eugenesias. Pero lo malo es que no se exija a los propietarios de mascotas un carné de sentido común, y otro de urbanidad, esa cosa tan anticuada y necesaria. Muchos propietarios de mascotas ensucian sus propias calles y ciudades. Porque son de todos y entonces no son de nadie. Y porque tienen el famoso carné español que les faculta para hacer lo que les de la real gana. Y es que además se tienen como los amos y señores de sus perros y gatos, cuando muchas de las mascotas necesitarían un abogado constante que les defendiera de sus amos. Respecto a los toros son tótems, y por tanto siendo de mayor volumen físico y cultural no hay reparo en meterles lanzas y espadas hasta que revienten.
Así las cosas qué bien traído lo del gato Picarín, que es muy digno de ser protagonista del libro de Eliot, y por supuesto del mundo de Carroll. De manera que sólo el que tiene tanta mañas, como el raposo, va ser el que se lleve el gato al aga. No es así, en efecto, Patricia, al otro lado del espejo no cuentan las matemáticas ordinarias. Todo es más cuántico y al menos hace soñar con otra realidad.
Un abrazo
L.