“Todo sucede para bien”. Era la idea del célebre filósofo Pangloss, tutor del Cándido que ideó Voltaire para dudar un poco de las acostumbradas solemnidades sin fundamento. Europa se quiere aparejar al optimismo, y no le falta la razón mirando cómo está el patio que llamamos mundo. Otra cosa es que Pangloss, con su insistencia en que este es el mejor de los mundos posibles, en realidad era un gran hipócrita. Hasta cuando caía enfermo y sufría percances graves no tenía más remedio que sacar su muletilla de que todo sucede para bien. ¿Cómo se iba a desdecir un seguidor del más acendrado optimismo? La solución la encuentra el propio Cándido al final del libro de Voltaire. El insuperable “hay que cultivar nuestro jardín”. O nuestro huerto, que es más sustancioso sin tantos pesticidas.
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