El “Bayesian”
era un barco inhundible. Pero se hundió en una exhalación el 19 de agosto en la
bahía siciliana de Porticello. Murieron 7 de las 22 personas embarcadas y se
fueron a pique los 30 millones de euros que costó el yate. Una manga marina lo
succionó, si no fue una tromba o un tornado, y allá fue el velero exclusivo fabricado
por la Perini Navi, y propiedad de Mike Lynch, “el Bill Gates” británico”. Su
mástil sólo medía 75 metros y recordaba una nueva Torre de Babel para hablar
con el dios de las tormentas. Pero ese tono necesita un Joseph Conrad, el que
pintaba al tifón como si fuese una criatura casi humana. En teoría el “Bayesian”
era inhundible y que acabara a 50 metros de profundidad en tan pocos minutos da
que pensar a los especialistas y a los aficionados. Grandes fortunas iban de
crucero para celebrar que Lynch hubiese sido absuelto en San Francisco de una
causa por fraude que había durado doce años. Lynch había salvado por fin sus empresas informáticas
y demás, y su patrimonio de en torno a los 800 millones de esterlinas. A sus 59
años, y declarado inocente, otra vez era el rey del “Bayesian” que por algo le
cambió su nombre anterior de “Salute”. Lynch era de Cambridge, un empresario
que sabía navegar en las fronteras cibernéticas y en esos aprendizajes que van
conduciendo a una nueva antropología sin confines claros. Pero en lo personal
Lynch también se agarraba a las interpretaciones de probabilidad que le fuesen
favorables. Pensando además que amasar dinero no es incompatible con el conocimiento.
El ya estaba en el reconocimiento digital, en la inteligencia artificial, y
seguro que los diversos gobiernos estaban escrutando sus movimientos. También era el amo en el uso de las
estadísticas bayesianas y sus derivaciones en el tema de la probabilidad. Morir
para él era cero de probable. Ahogarse menos que cero.
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